Brasil enfrenta la verdadera cuestión de la central hidroeléctrica de Belo Monte: tenerla o no tenerla

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Los asuntos ambientales vienen preocupando a la sociedad brasileña. Cuando el Ministerio de Minas y Energía (MME)  de Brasil tomó la decisión de construir la tercera mayor planta hidroeléctrica del mundo, Belo Monte, fue natural el surgimiento de críticas sobre su viabilidad ambiental y económica.

Por tratarse de una obra estratégica, que afectará el bienestar futuro de millones de brasileños, la discusión debe basarse en análisis técnicos, económicos y jurídicos, evitando una evaluación sin la necesaria racionalidad. El análisis debe partir de tres premisas básicas:

1) Brasil necesita de energía eléctrica en volúmenes crecientes para sostener su crecimiento

2) cualquier nueva planta eléctrica impacta al medio ambiente

3) los recursos energéticos son escasos y no todos son renovables.

Brasil es la sexta mayor economía del mundo y presenta perspectivas macroeconómicas muy positivas. En esa trayectoria de crecimiento, la sociedad quiere mejorar los patrones sociales y económicos y superar las graves desigualdades existentes.

Por lo tanto, será necesario incrementar la producción industrial y la oferta de servicios, exigiendo, obligatoriamente, mayor consumo y generación de energía eléctrica.

Brasil tiene una matriz eléctrica con 87% de energías renovables, mientras que el promedio mundial es de 19%. Esa posición de Brasil está asentada en 956 plantas hidroeléctricas construidas a lo largo del siglo XX que generan energía limpia y sustentable.

Mantener la matriz eléctrica renovable será, cada vez más, un diferencial internacional competitivo, económico y ambiental. Es con ese objetivo que la política energética del MME viene dando prioridad al aprovechamiento del tercer mayor potencial hídrico del mundo, de 160 mil MW, ubicado detrás, solamente, de Rusia y China. La construcción de Belo Monte forma parte de esa estrategia de mantener la matriz eléctrica brasileña entre las más sostenibles y competitivas del planeta.

La crítica central a Belo Monte es en relación a los impactos ambientales y sociales, afirmándose que sería posible atender la demanda eléctrica de 6 mil MW/año solamente con energía eólica, biomasa y solar, dejando de usar el inmenso potencial hídrico.

Todas las grandes hidroeléctricas en construcción, como Santo Antônio, Jirau, Teles Pires y también Belo Monte, están respetando la Constitución Política del Estado Brasileño (aprobada en 1988) y la legislación ambiental.

No podría ser diferente, porque Brasil es hoy una democracia consolidada: quien se siente perjudicado o piensa que algo fuera de la Ley está siendo construido, recurre a la Justicia, que, en esos casos, ha juzgado y dado el “ nihil obstat” (“nada te lo impide”) para esas obras.

La legislación obliga que esos emprendimientos apliquen más del 10% del costo total de las obras en acciones que mitiguen los impactos en la flora, fauna e inviertan en los sistemas de salud, educación, saneamiento, etc., buscando mejorar la calidad de vida de las poblaciones de indígenas, ribereños y citadinos afectados por las usinas.

Con esas acciones, la legislación busca mantener el equilibrio ecológico, mejorar la calidad de vida de las poblaciones afectadas usando recursos de los ingresos de la venta de energía eléctrica y, al mismo tiempo, garantiza el aumento de la oferta de electricidad que Brasil necesita para su desarrollo. Se trata de una legislación inteligente y eficiente que no fue usada en el pasado por falta de consciencia social ambiental.

En un aspecto en particular la legislación ambiental brasileña es muy rigurosa. Se trata del área inundada por la represa de la planta, por representar una pérdida irreversible en el uso del suelo.

La solución ha sido la construcción de plantas con una explotación del embalse de tipo “al filo de agua”, con reservorios mínimos, donde la electricidad es generada por la  fuerza y el volumen del caudal de los ríos. Como resultado, están siendo construidas plantas en Brasil con mínima relación entre capacidad instalada y área inundada.

Sobre el uso de otras fuentes de energía renovable, un primer tema es que la hidroelectricidad es la fuente más barata del mundo. Las nuevas plantas en construcción van a vender energía a R$ 80 (aproximadamente Bs 300) por MW en contratos de 30 años, garantizando a las generaciones futuras electricidad barata, limpia y sustentable.

Los países desarrollados usaron al máximo su potencial hídrico, como es el caso de Francia, teniendo que recurrir a la energía nuclear, fuente que responde por el 80% de la electricidad total producida en aquel país, empero, con un costo muy superior al de la hidroelectricidad y riesgo ambiental no despreciable como mostró el reciente accidente de Fukushima (2011), en Japón.

El Ministerio de Minas y Energía de Brasil adopta una política de explotación de fuentes renovables, buscando crear sinergia operacional, pero priorizando la fuente en que tenemos más experiencia, mayor abundancia y menor costo: la electricidad.

Son realizadas subastas de energía eólica, estimulando la competencia, haciendo que los precios desciendan de R$ 270 a R$ 100 por MW. La biomasa del bagazo de caña de azúcar tiene un potencial estimado de 17 mil MW para 2020, equivalente a la usina binacional de Itaipú.

Subastas han sido realizadas siendo contratadas a R$ 150 por MW. La energía solar es aún muy cara por no tener una ruta tecnológica consolidada y escala productiva para ser competitiva. En breve, el costo de la energía solar deberá descender, como ocurrió con la energía eólica, momento en el cual serán realizadas subastas de energía solar en Brasil.

Para garantizar la seguridad del suministro de electricidad frente a periodos de hidrología crítica, como ya ocurrió en el pasado, es necesario invertir, marginalmente, en plantas termoeléctricas. Brasil cuenta con grandes reservas de gas natural en la reserva del “pré-sal” del océano Atlántico.

Además de eso, el gas natural es el menos contaminante entre todas las fuentes derivadas del petróleo. De esa forma, no se trata de excluir fuentes de energía de la matriz eléctrica, sino de sumar las fuentes y buscar una complementariedad más eficiente desde el punto de vista eléctrico, ambiental y económico.

A diferencia del resto del mundo, Brasil es totalmente autosuficiente en recursos energéticos. Toda la energía eléctrica consumida hoy y que dicho país necesitará las próximas décadas está dentro de sus fronteras nacionales.

Brasil tiene completa y absoluta seguridad energética. En ese sentido, el sector eléctrico brasileño presenta un escenario de desarrollo muy prometedor, donde cada fuente, en especial la hidroelectricidad, contribuirá de forma directa al anhelado desarrollo económico y social brasileño.

Por Nivalde J. de Castro, Guillerme de A. Dantas y André da Silva Leite | www.la-razon.com

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